domingo, 27 de julio de 2008

Javier Fernández o la humildad del líder

Son muchos los aspirantes y pocos los elegidos. Son muchos los que de alguna u otra forma intentan ganarse el poder, la confianza de un colectivo, pero muy pocos los que lo consiguen sin intentarlo. Un líder no lo es porque quiera serlo. Quizás esa sea la principal causa de que nunca llegue a conseguirlo. A un líder lo elige su propio colectivo, al que representa.
Algunos creen que cortando cabezas llegan a donde pretenden, pero siempre habrá alguna cabeza que no ven y posiblemente esa sea la que acabe con la suya. Otros creen que lo importante es que siempre hablen de ti, sea bien o mal. Se trata de la opción de la popularidad, estar en todos los sitios y en todas las fotos. Pero estar en todas partes significa que no estás en tu sitio, trabajando, con lo que delegas tu trabajo en otros y simplemente eres aire.
Otros creen que escribiendo discursos en un papel durante horas serán capaces de llegar a ser respetados y después de movilizar a toda su familia en la redacción, cuando salen al estrado a los dos minutos ya nadie los escucha, porque no saben qué transmiten.
Y hay personas que en la sombra trabajan, luchan por los intereses del colectivo más próximo en el que están comprometidos y poco a poco van ganándose el respeto, el cariño, la confianza, la admiración de los demás. Y un día ese colectivo le pide el sumo sacrificio de su representación, del liderazgo, y le otorga el poder de la confianza, pero esa confianza se ha basado en muchas pruebas que de forma casi inconsciente ha ido superando en la oscuridad. Pero esa confianza, ese poder otorgado que se puede entender como un premio es una enorme carga que solamente estará dispuesta a llevar aquel que en realidad tiene vocación de servicio a los demás. Cuando además ese liderazgo otorgado se produce en política aún es una carga más pesada porque de muchas de las decisiones en las que se interviene afectan a muchas más personas, prácticamente todas las que te rodean y puedes compartir no solamente las alegrías, también los fracasos y la impotencia.
Y hay un elemento muy importante siempre presente en la realidad de un líder: la humildad.
Yo he conocido y conozco muy pocos líderes. Pero hay uno que me marcó especialmente: el profesor, Tierno Galván.
Javier Fernández ha sido ratificado como líder indiscutible de un partido político que en la actualidad está asumiendo la enorme responsabilidad de transformar y recuperar nuestra tierra. Un espacio donde las plañideras se vayan y lleguen los gaiteros. Somos un pueblo noble, alegre, trabajador y responsable. Vivimos de nuestro trabajo y no de limosna. Y además somos muy orgullosos.
Un partido político que se sustenta en el enorme trabajo de mucha gente de bien con una gran capacidad donde se conjuga perfectamente la sobriedad de los veteranos con el empuje de los más jóvenes. Donde todo el mundo cabe y todo el mundo puede. Donde la humildad de un líder es la bandera.

¡Es la mujer de un médico!

Qué duda cabe que este país está cambiando tanto que no lo conoce ni la madre que lo parió. Podemos pensar que entre todos, unos muchísimo más que otros, lo hemos modernizado hasta tal punto que ya comenzamos a ver ministras, y muy eficientes y activas por cierto, independientemente de su edad o estado (embarazadas o no), o alcaldesas hiperactivas y omnipresentes, directoras generales de empresas multinacionales, etc. Y esto es sólo el principio. En otros tantos años de gobierno socialista creceremos en igualdad tanto que estoy seguro que España será el punto de referencia mundial de las mujeres. A los carcas del PP esto les parece algo sin importancia, ahora parece que se han obsesionado con la economía (yo personalmente prefiero que lo hayan cambiado por la cantinela del terrorismo).

Pero todavía queda mucho trabajo por hacer. Te das cuenta cada día, en contacto con la gente, de forma cotidiana.

Hace unos días iba yo paseando por la campiña asturiana con mis perros y un grupo de señoras en su paseo habitual se pararon a admirarlos. Entre los comentarios surgidos en la conversación hubo uno que me alarmó especialmente. Una de las señoras llevaba la chaqueta al revés y las ropas de todas, como las mías pues eran las típicas que te pones para andar por el campo, generalmente la ropa que te va quedando vieja y gastada. Y de repente una de ellas, refiriéndose a la que llevaba la chaqueta al revés exclamó: "Ahí donde la ve, ¡es la mujer de un médico!". Esta frase me quedó grabada hasta tal punto que aún suena en mi mente como un mazazo de la realidad sobre la esperanza del cambio. Parece ser que tener una profesión de lo más normal (hay millones de médicos en el mundo) es algo especial, esto por un lado. Pero por otro lo que más me dolió es la justificación de algo tan simpático y distraído como llevar una chaqueta al revés a cargo de que esa señora era la mujer de alguien respetable. Podía haberme dicho que era una artista muy famosa, o una docente muy querida y admirada, o una carpintera extraordinaria, una abnegada ama de casa o quién sabe qué, pero parece ser que el principal mérito de esa mujer era el "pertenecer" a un hombre que se gana la vida practicando la medicina, que por cierto es un trabajo tan respetable como unos cuantos miles de trabajos más. Lo peor es que la señora que espetó la frase es posible que tenga una o más hijas, y que las haya educado para que su principal objetivo en la vida sea ser la mujer de. Y lo peor de todo es si ha tenido hijos y los ha educado para que se crean con derechos a tener una mujer "en propiedad".

Al día siguiente cambié mi recorrido y al llegar a un cruce de caminos rurales emergió repentinamente de un coche un individuo encolerizado gritándole a su mujer todo tipo de improperios para que no cometiese los errores que parece ser había cometido el día anterior con la distribución del rebaño de vacas que les seguían al llegar al prado. Esto me recordó que aún existen muchos miles de mujeres que siguen aguantando a sus "monstruos" maltratadores física y/o mentalmente porque sencillamente dependen económicamente de ellos en muchos casos y lo peor de todo, porque de tanto escucharlo acaban creyéndose que de verdad son "una mierda".

Al día siguiente ya no fui de paseo. Cogí el teléfono y hablé con una de mis chicas. Ella representa ese futuro esperanzador. Su forma de entender la vida, su seguridad, su testimonio cotidiano y sobre todo su independencia, a pesar de estar casada. Ella representa la realidad de una generación fruto del esfuerzo de millones de personas que hemos luchado con nuestras vivencias cotidianas para conseguir que una persona, independientemente de su sexo, su origen, su religión, su color de piel o lo que sea, pueda llegar a donde quiera si se lo propone, gracias sólo a su valía y esfuerzo. Y en este proceso ha tenido mucho que ver y lo sigue teniendo una idea socialista que ha hecho posible que unas leyes y una educación faciliten el cambio.

Por eso, cuando el señor Rajoy quiere una niña que sea así o asá, yo le digo orgulloso: señor Rajoy, con sus respetos, yo quiero una niña que pueda decidir por ella misma y que sea libre, y ya la tengo, y por duplicado, y como yo, millones de personas. No nos deshaga el camino andado. Ni se lo plantee. España no es Italia, ni Alemania, ni Francia. El nuevo socialismo del siglo XXI ya tiene epicentro y ese es el nuestro. España gana porque somos jóvenes y trabajamos en equipo. Y la eurocopa también es nuestra porque nuestro nuevo modelo rompe moldes hasta en el fútbol.

Adelante chicas y chicos. Con vosotros, este país será la envidia de muchos. Pero tened cuidado, no os dejéis convencer con cuentos electoralistas. Vosotros no necesitáis un pastor que os dirija. Vosotros contratáis a los pastores y si no cumplen con su trabajo los despedís. Ese es el auténtico cambio.