miércoles, 7 de noviembre de 2007

El naranjo de mi primo


Hace unos años mi primo trajo un naranjo de Murcia, donde pasó unas vacaciones. Lo compró en un invernadero, como una anécdota más propia del capricho típico de traer algo de la tierra donde lo pasas bien, como recuerdo. Mi primo vive en Oviedo y tiene un trocito de tierra en el Naranco, así que allí lo plantó enfrente de la Sierra del Aramo. Cuando llegaba el invierno sufría un poco, pero enseguida se reponía, y fue haciéndose fuerte y creciendo. Yo le tomaba el pelo con el naranjo pensando que algún día no aguantaría una helada, porque mi primo no le protege con nada cuando llega el invierno.
El otro día pasé por allí y me vino un olor mediterráneo, me parecía el olor de la flor de azahar y le pregunté. Me señaló el naranjo. No me lo podía creer, lleno de flores y naranjas, algunas ya con un cierto color. El invierno pasado me había dado unas cuantas para probar, estaban deliciosas, grandes, jugosas, dulces, sin pepitas. Yo pensé que las había comprado para presumir de naranjo, como el que va a pescar y pasa por la piscifactoría de vuelta a casa.
Mi primo está desconcertado. Me dice que estos últimos cinco años es la primera vez que le pasa. Las flores brotaban en primavera, y el fruto estaba listo en invierno o finales del otoño. Pero ahora las naranjitas pequeñas si siguen creciendo…
Entonces me acordé del cambio climático. Un político que dice siempre que no para no perder la costumbre también está en desacuerdo con el problema que conlleva el cambio climático. Así que parece que “hizo el primo” utilizando a su primo. Aunque ya vino de atrás, porque su predecesor también “hizo el primo” utilizando a su potente “primo de Zumosol” que al final le resolvió su futuro económico a través de la fundación y hasta lo contrató para una universidad yanqui.
Mi primo es más modesto. Él simplemente se preocupa y planta árboles y los cuida. Y no utiliza pesticidas. Baja los caracoles del árbol con sus manos. Utiliza agua de lluvia para regar todas las plantas.
Pero por muchos primos que haya como el mío, toda la labor se ve anulada por un simple capricho de ese “Primo de Zumosol” al que yo me refería antes, que a base de mentiras y de mucho dinero destruye no sólo el planeta sino a las personas que le estorban en él.
Mi primo no dice mentiras. Yo ahora le creo. Y la foto que acompaña este artículo está sacada hace unos días. Y si alguien duda yo le llevaré ante el naranjo de mi primo para que lo vea con sus propios ojos, y lo huela que es un placer. Yo ahora también estoy muy preocupado porque todo cambio en la naturaleza entraña un riesgo a perder el equilibrio de lo establecido que es precisamente en lo que se basa.

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