lunes, 11 de noviembre de 2013

Adiós Tara. Ser extraordinario, muy amado e irrepetible.

Tara y Luis Iván en el Parque de Invierno (Oviedo).
Cuando aquel día fuimos toda la familia a aquel pueblecito de León (Mayo de Luna) a recoger a aquellos dos cachorrillos preciosos que habíamos visto en las imágenes por Internet nunca pensé que un animal podía influir tanto en mi vida. Tara y Syros eran trastos como lo son todos los cachorros. Cada día bajábamos al parque San Francisco (en Oviedo) con ellos varias veces. Era su segunda casa. Tenían tres meses y fueron vestidos con traje regional a la fiesta de mi pueblo, San Martin de Moreda. Poco después Syros moría de un paro cardíaco enfrente de casa en el parque. Tara se fué haciendo mayor y decidimos que tuviera una finca donde pudiese correr más libremente.
Enseguida aprendió a dar la pata.
La finca se llama San Martín del Camino. Hoy, doce años después, día de San Martín, Tara dejó de existir. Después de varios días desde que decidió que ya había llegado su hora hizo un gran esfuerzo esperando a ver a Luis Iván antes de dejar este mundo. Compartió con él toda su infancia. Hoy, ya tranquila, en su finca, rodeada de dos de sus hijos, Syros y Sira ya no pudo más. Hace dos años un veterinario la exploró y el tumor ya se había extendido bastante. Nos dijo que posiblemente no durase más de un mes. Aguantó dos años. Aquellas fueron sus últimas vacaciones. Ella viajó con nosotros desde pequeña a todas partes. Le encantaba el mar.
Tara en el Mediterráneo.
Aún recuerdo las carreras de varios kilómetros aún de noche para llegar a aquella preciosa playa del Mediterráneo. Nos sentábamos enfrente del horizonte y veíamos salir el sol. Momentos inolvidables. Vivir con Tara ha sido una experiencia maravillosa. Fué un ser extraordinario. Vivió con dignidad y murió del mismo modo. Amada por todos. Respetada y admirada por su belleza. Nieta de un campeón del mundo, era de gran pureza genética, perteneciente a una de las razas más antiguas (Alaskan Malamute), habituada a convivir con el ser humano durante miles de años en condiciones muchas veces extremadamente difíciles, Tara era amante de los niños. Cada vez que bajaba al parque disfrutaba jugando con ellos y estos a veces eran sus cómplices cuando no les gustaba mucho la merienda y a escondidas le daban algo de ella.
Durante años corrimos juntos por infinidad de sitios. Nos gustaba perdernos por los montes de León.
Compañera infatigable me seguía en bicicleta durante decenas de kilómetros sin cansarse. Tenía una fuerza y una resistencia envidiables. Yo la amaba, y ahora aún sigo amando sus recuerdos, con los ojos llenos de lágrimas siento ya su enorme ausencia y no lo puedo evitar.
No era simplemente una mascota. Era un ser grandioso, con una enorme sensibilidad y bondad. Aún recuerdo un día perseguida por una perra pequeña y enfurecida mordiéndole las patas y ella corría sin agredirle porque si lo hubiera hecho la habría matado simplemente de un mordisco.
Siempre nos acompañaba a pasear, a correr, a disfrutar de los momentos de ocio en contacto con la naturaleza o en la ciudad. Era muy ciudadana. le encantaba pasear por la ciudad. 
Una más en la familia, siempre compartiendo.
Una más en la familia, ahora se ha ido y Sira está triste. Muy triste. Tenía siempre acosada a su madre con contuinuos lametazos. Crió dos seres dulces y sensibles llenos de energía a los que trajo al mundo un día 1 de Noviembre. Durante varios días y alguna noche hicimos guardia Luis Iván y yo para asistir al alumbramiento. Pero aprovechó una visita al cementerio para mientras estaba sola traer a Sira, Syros y Balto (este se fué a vivir con una familia a un pueblo cerca de Navia -Asturias-).
Tara y Syros. La siesta.
Era amante de la siesta. Infundía una enorme paz. Le gustaba dormir la siesta acompañada. Nunca rechazaba otro compañero de sueños y sus hijos le adoraban. Siempre estaban pendientes de ella y continuamente le pegaban lametazos.
Lo cierto es que no queríamos vivir sin Tara y pensamos que si tuviera una hija seguiríamos teniéndola cuando ella muriese. No. Sira es dulce, preciosa, muy sensible. Pero Tara es irrepetible. Es insustituible. Aspiro a poder compartir con Sira tantas experiencias como con su madre pero los tiempos son distintos. Tara me ayudó siempre en la crianza de mi hijo y eso le dió unos momentos privilegiados que ya no pueden volver. Ahora también vivimos momentos apasionantes con Sira, pero son distintos. Nada es repetible. Nadie es repetible. Nadie es sustituible. Todos somos distintos. un ser humano y un can pueden compartir mucho y aprender el uno del otro.
 
Sira y Tara. Tal para cual.
Tara y Luis Iván, en plena siesta.
Hoy enterré a Tara al lado de su hermano. Le encantaban las manzanas. Yo la eduqué precisamente con manzanas. Con una manzana en la mano era la única forma de que me obedeciese en algo. Así que tenía un manzano preparado y lo planté encima de su tumba. Es un "hijo" del manzano al que saltaba para coger el codiciado fruto cada verano. Es el mejor regalo que le podía hacer en su muerte. Al final preparé también un ramo de flores (curiosamente en la finca a pesar de lo avanzado del otoño aún hay muchas flores). Se lo puse encima de su tumba mientras las lágrimas se me escapaban. Sira y Syros se acercaron sigilosamente. Con las orejas hacia abajo y moviendo el rabo se fueron en silencio y se acostaron tristes. Se quedaron sin mamá. Una etapa más en su vida. Una etapa más en nuestra vida.
Tara tuvo también sus novios. Al final consiguió quedarse preñada con un gran semental que unos criadores de Cantabria habían traído de Canadá.
Pasaron una semana juntos pero no hubo suerte.
Tara y "Curro".
 Cuando llegaba la Navidad a Tara le encantaba aullar mientras cantábamos villancicos. lo cierto es que nunca he visto a un animal con tantas ganas de comunicar. Yo creo que se pasó la vida intentando hablar pero claro, ese largo hocico no le dejaba articular las palabras. Pero conseguía dar un montón te tonos a sus sonidos. Yo creo que no le hacía falta hablar. Siempre sabía lo que pasaba. Era una cotilla y muy curiosa.
Syros y Tara con el postre.
A la hora de la comida a veces se ponía un poco pesada. Quería compartir todo con nosotros. Le encantaba la tortilla, el chorizo,..., bueno, todo.  Y era capaz de rebañar cualquier tipo de envase con una lengua que llegaba a todos los rincones.
Una vez se escapó hasta un parque cercano a su finca, posiblemente buscando algún "preñao" y se la llevaron a la perrera municipal. Al día siguiente cuando fui a buscarla estaba sucia. Eso ella no lo aguantaba. Hacinada entre un montón de perros, la saqué, la sequé con una toalla y la monté en el coche y se pasó llorando media hora hasta que llegó a su casa. Nunca la había visto llorar tanto. ("La dignidad de Tara").
El Cantábrico también le gustaba a Tara.

Momentos, recuerdos, experiencias compartidas que llenan toda una vida intensa donde la felicidad se esconde siempre en esos pequeños instantes que parecen pasar desapercibidos pero que perduran siempre con su olor, su intensidad, su enorme realidad que nos nutre a todos los seres que amamos la vida y la naturaleza.
Tara, siempre estarás en esos recuerdos. Eres inmortal. los humanos nos creemos a veces superiores en un ejercicio estúpido de vanidad y soberbia, pero en tí reconocí la auténtica sabiduría natural que miles de años han escrito en tu cerebro algo que respetaste y has sabido transmitir de una forma excepcional. Gracias por ello. Ha sido un privilegio para todos los que hemos compartido la vida contigo. Nos has dado mucho más de lo que podríamos imaginar. Por ello y por mucho más, hasta siempre.

Video grabado por Luis Iván en el que Tara, con 11 años, aún se encontraba bien.
En él aparecen también sus hijos Syros y Sira, así como también su compañera Mora. Hay unas imágenes muy graciosas de Syros cuando era un cachorrillo jugando con Granizo, un gato muy especial para ellos porque cuando eran pequeños y Tara les dejaba algún momento solos en la caseta él se acostaba con ellos para darles calor. Ese video ganó un concurso.
Algo que se aprecia en este video es la afable personalidad de los Alaskan Malamute, sus ganas de jugar y lo cariñosos que son. Sin duda Tara transmitió a sus hijos esa paz y tolerancia que les hace ser unos seres extraordinarios.