lunes, 11 de diciembre de 2006

MENOS CEMENTO, MÁS ACCIÓN

Es posible que un economista se rasgue las vestiduras si le digo que no me interesa que la ciudad en la que vivo crezca tanto en hormigón, pero el hecho de que un área nueva se cree de la forma en que se está haciendo no sólo me horroriza sino que además, si analizamos los datos económicos estoy casi seguro de que no es tan interesante para la ciudad aunque sí estoy seguro de que lo es para unos pocos.
Hoy estuve paseando por La Florida, un barrio de mi ciudad, Oviedo, al que le ví crecer desde la nada hasta ahora que ya se está consolidando. Primero trazaron las calles, a continuación pusieron las farolas y les dieron luz. Durante muchos meses las farolas alumbraban a nadie, y creaban un paisaje extraño, como de otro mundo, sobre todo los días de niebla. Y fueron echando hormigón y se levantaron edificios aquí y allá, y aún sigue este proceso. Nadie pensaba en cómo iban a comunicarse los nuevos vecinos con la ciudad. Al final, la calle principal se cortaba frente a unos prados en los que aún se ven pastar a las vacas.
Pero ¿qué hacemos mientras tanto los ciudadanos en éste proceso? ¿Les pedimos explicaciones a los gestores de nuestros recursos (llámense concejales o alcaldes) sobre los servicios que no tienen en cuenta?, ¿les pedimos explicaciones a los constructores por no tener en cuenta entre todos una aportación al entorno y a las comunicaciones, por ejemplo?
No. Nos callamos, pagamos la entrada del piso, la mordida para el constructor, la hipoteca, el IBI, los servicios municipales, y todo lo que haya pagar porque para eso estamos, para mantener bien cebados a los cerdos que nos han robado la ciudad. Que trafican con cada metro cuadrado de nuestro suelo al que sacan unos beneficios que nos parecen increíbles, pero que son ciertos. Es el momento de la especulación, de las recalificaciones, de los amigos por dinero. Todo tiene un precio y casi todo se vende y se compra. A veces en dinero, a veces en cargos, a veces en silencio.
Una vez soñé que vivía en una ciudad donde la participación ciudadana era lo que más resaltaba. Se estructuraba por sectores, por territorios, por actividades, y estaba tan bien organizada que era capaz de dirigir teniendo en cuenta los intereses colectivos por encima de los personales. Sin duda era un sueño, pero aunque no podamos hacerlo totalmente realidad sí podemos luchar para lograr algo parecido. Tenemos que empezar por participar en las acciones, y no por asentir siempre a los hechos consumados. Más acciones, más dinamismo, que mi ciudad crezca por dentro, no por fuera en apariencias.
Y todo esto, ¿para qué? A veces el desánimo llama a mi puerta instalado en el cuerpo de una persona, que bocadillo en mano coge un autobús a la plaza de toros tan contento que ya tiene su voto preparado para las elecciones de cuatro años más tarde. Sin duda, hay otras generaciones, habrá que pensar en ellas para que no se abandonen a la voluntad del cacique.

No hay comentarios: